Bosque, montaña y solitarios caminos me son necesarios de vez en cuando para airearme de lo tóxico. Aire fresco renovador que hace pensar con claridad y todo se lo lleva. Es muy pisciano recorrer senderos con mi única compañía. Igual que es muy pisciano perder el norte. Aunque sabes que no sigues ningún norte y tu horizonte es muy amplio. Igual que tus alas.
Te dejas arrastrar casi sin darte cuenta. Y cada vez eres más consciente que te crees los espejismos que te muestra el desierto que te rodea. Y casi te los crees de verdad. Pero sabes que sólo es un “casi”, por eso haces un alto en el camino. Y observas con atención a tu alrededor y cribas el grano de la paja. Y lo ves. Y aunque ya lo sabías, ahora tomas conciencia de ello. Como en ese libro que empezaste a leer: “El príncipe azul que dio calabazas a la princesa que creía en los cuentos de hadas” (siempre sonríes cuando recuerdas el título), te das cuenta que hace tiempo dejaste de hacer cosas que hacías antaño. Y piensas en porqué has llegado a ese punto. Y realmente no lo sabes. Sabes que eres transparente como el agua; pero también sabes que te gustan los espejismos y construir castillos de humo aunque no haya humo.
Pareces tonto. Ya sabes que el idioma que utilizas no se habla comúnmente; y mucho menos se entiende. ¿Es eso lo que te hace especial? Quizás, pero te da igual. No es algo que quieras ser, simplemente eres así. Tú sabes muy bien lo que eres, lo que quieres y lo que no quieres. Quien te conoce (de verdad) lo sabe también. Quien sólo conoce la fachada que le muestran sus ojos ya se apañará. Eres cómo eres, y eso a veces confunde. Pero sólo a quien quiere confundirse. El que no quiere confundirse puede pregunte. Aunque poco importa que pregunte, porque cada cual entiende lo que quiere entender.
Reconectado sigues hacia tu horizonte. Y observando de nuevo los espejismos que te muestra el camino por si alguno no lo es.
Y porque sabes leer entre líneas.
© TOni CerVera, 2014
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