miércoles, 27 de junio de 2012

Diumenge Post-Lluna - 03/06/12

Creuar-se de nou amb quelcom que no esperava omple l'ànima d'esperança. Llàstima que sigui un destemps insalvable, perque a vegades el viscut per un és massa per l'altre. La profunditat d'una mirada que diu tant, que amaga tant, que transmet tant, que il•lumina tant, que parla tant, que irradia tant i que alhora guarda tant silenci; em bloqueja. Sóc incapaç de reaccionar, interactuar i comunicar amb naturalitat o amb la força natural que tinc. Suposo que és certa incredulitat per creuar-se de nou amb quelcom així. És la dolça injusticia del temps i de l'espai on ens ha tocat ubicar-nos, de les passes que han fet nostre camí i del que ens queda per fer. Trobar allò que esperaves trobar et confirma el que sents, el que saps i el que veus; i alhora és una navalla de doble fil que et demostra el destemps al que funcionen certes persones. Aquest destemps desperta una espècie de records, o una espècie de sensacions que hom porta guardat molt endins. Vides que es creuen, però no s'entrellacen perque no és el moment. Però agraït, i molt, per la sensació que omple meu interior ara mateix.

lunes, 18 de junio de 2012

Aventuras y Desventuras de un Caballero Cualquiera IV - 18/06/12


...

A paso tranquilo se acercaba a su destino. Tras cruzar un pequeño puente de madera, media legua le separaba sólo de la aldea. Percatóse de lo bien cuidado que estaba el resto del camino hasta las primeras construcciones. Extrañóse de los ornamentos florales que colgaban de los árboles que lo delimitaban, pues sólo había visto tal exquisito gusto en los palacetes de algunos señores y en eventos de gran importancia. Y se extrañó, pues se encontraba en una pequeña aldea de campesinos, pobre, y apartada de cualquier lugar; hasta de la protección de su señor. Cerró los ojos y se empapó del olor que embriagaba el lugar mientras sentía únicamente el sonido de los cascos de su corcel. Y su mente se transportó muy lejos del terrenal mundo.

Era negro azabache. Fuerte,  musculoso y ágil. Algo inquieto. De ojos oscuros sin llegar a negro. Crin y cola claras. Ensillado con madera de sándalo y cueros negros. Era el caballo que le ha acompañado en todas sus gestas. No recuerda cómo llegó a él. Ni nunca le puso un nombre. No le hacía falta llamarlo porque siempre estaba junto a él. Y si no estaba aparecía en el justo momento que lo necesitaba como si su fiel acompañante pudiera escuchar sus pensamientos.

Detuvo el paso justo en la entrada. Abrió los ojos el caballero y contempló a su alrededor. Era una pequeña aldea, con pocas construcciones, pero muy cuidadas. Madera y piedra formaban harmónicamente cada fachada. Y todas ellas, ornamentadas de tiestos llenos de flores y vida. El color que veía a su alrededor era asombroso. Muchos nobles gustarían de tener tan exquisito gusto. Acogimiento y paz desprendía el lugar.
Desmontó y acercó el corcel a un pequeño prado de altas hierbas que envolvía la parte derecha de la aldea. Dirigióse el caballero entonces hacia lo que él pensó que podría ser la zona más transitada de la aldea. Una pequeña plaza con una parte adoquinada presidida por una pequeña ermita. Había un silencio absoluto. Sólo se podía sentir el brumullo de algún corral de las partes traseras de las casas. Los habitantes aún dormían o estaban volviendo del mundo de los sueños. Sentóse en una fuente que había en el lugar más céntrico de la pequeña plaza y esperó.

Postigones primero y portones después empezaron a abrirse poco a poco. Algún campesino pasó por el lugar y observó extrañado la estampa del caballero. Ninguno paró ni se acercó. Sintióse el caballero invisible en aquel lugar hasta que se le acercó un pequeño de no más de metro de altura.
- ¿Es vos un caballero bueno? - Le preguntó mirándole fijamente.
- Soy un Caballero justo - , respondió.
- Acompáñeme pues, si es de su agrado, que mi padre quiere ofrecerle algo de comer.

El pequeño vestido con trapos muy bien dispuestos y limpios echó a andar. Alzóse el caballero y lo siguió hasta la casa que había en la parte más alejada de la plaza. Esa casa era diferente al resto, pues sólo era de madera. No había piedra en su construcción ni postigones en las ventanas. La madera parecía ya muy vieja, pero las flores que la engalanaban disimulaban su estado.

- Entre y tome asiento mi señor. - Dijo el pequeño.
- No soy señor de nadie, sólo de mí. - Replicó el caballero.
- Esas palabras son dignas de un sabio. - Se escuchó al fondo de la habitación.

Un hombre muy arrugado por el sol y la edad se acercó con agua, pan duro y tocino. Tomó asiento al costado del caballero y le ofreció de comer. Entablaron una conversación que duraría un buen rato. Mientras el pequeño estaba sentado en el suelo jugando con unos trozos de madera que parecían ser caballeros en medio de una gran batalla. El viejo hombre, había sido hombre de letras en alguna corte hacía mucho tiempo ya. Y explicó al caballero que escapó de aquella soberbia vida para refugiarse en la tranquilidad de aquel lugar. El caballero le explicó también el propósito de su viaje hasta aquel lugar.

- Vive a las afueras. – Dijo el campesino- Tiene tierras que cosechamos algunos de la aldea. Aunque ella dedica su tiempo a la observación de la fauna y plantas del lugar y es su tío quien gestiona sus propiedades. Es la encargada de llenar de flores y vida este paraje... porque es una fuente de alegría, vitalidad y vida. – Explicaba el buen hombre mientras se le iluminaba la cara.

Agradeció el buen trato recibido, y dejó unas monedas de plata en la mesa. Salió de la casa en busca de su corcel para partir siguiendo las indicaciones del campesino.
Su paso era ligero ahora, pues quería llegar cuánto antes donde había dejado a su caballo y partir sin más demora. Estaba impaciente.

Montó a su fiel amigo, y esta vez a paso ligero tomó el camino que rodeaba la aldea en dirección a la colina que podía divisar desde aquel mismo lugar. No más de un par de horas tardó en llegar, aunque para el caballero el tiempo se hizo más largo que de costumbre. Sentía el eco de su corazón dentro de la armadura de su pecho, y más fuerte aún a medida que se iba acercando a la casa.
Más bien era una construcción cubierta de enredaderas y flores. Era aquel lugar, sin duda.

Llegó a la puerta y desmontó. Esta vez ató a su caballo a una especie de verja de madera que separaba la entrada de la casa con una parte que parecía un pequeño jardín, pero ordenado como si fuera un cultivo. Y se dirigió hacia la puerta.

Golpeó el portón con suavidad pero con la suficiente fuerza como para ser escuchado. Ahora el corazón se le quería escapar del pecho. Sintió que un calor le invadía la cara y un nudo en el estómago le apretaba cada vez con mayor fuerza. El portón se empezó a abrir lentamente...

Y allí estaba ella... con vestido largo blanco bordado en violeta, ojos de color cielo, blanca piel y larga cabellera alborotada.
Y mirándole a los ojos le preguntó: - ¿Qué deseáis buen caballero?

El caballero sintióse paralizado como una estatua en ese momento. Eran esos ojos que guardaban un mundo infinito y desprendían magia por doquier que le habían dejado prendado desde aquel día. Y verlos tan de cerca lo había dejado sin respiración, atónito y en estado de absoluta idiotez. Era bastante más joven que él. Y allí estaba el valiente caballero intentando encadenar unas cuantas palabras delante de la doncella con la que cruzó su mirada. La más difícil de las batallas vividas hasta entonces.

- Soy el Caballero que vive en la aldea dónde vendéis plantas medicinales. Quiero conoceros. – Dijo casi titubeando.

Y en ese justo instante recordó unas palabras que le dijo un sabio musulmán en uno de sus viajes: “Siempre existe en el mundo una persona que espera a otra, ya sea en medio del desierto o en medio de una gran ciudad. Y cuando estas personas se cruzan y sus ojos se encuentran, todo el pasado y todo el futuro pierde su importancia por completo, y sólo existe aquel momento y aquella certeza increíble de que todas las cosas bajo el Sol fueron escritas por la misma Mano. La Mano que despierta el Amor, y que hizo un alma gemela para cada persona que trabaja, descansa y busca tesoros bajo el Sol. Porque sin esto no habría ningún sentido para los sueños de la raza humana.” * De El Alquimista, P.Cohelo.

Y así se sintió él en ese momento.
 

sábado, 16 de junio de 2012

Aventuras y Desventuras de un Caballero Cualquiera III - 16/06/12



De camino ya a su destino. Cielo encapotado del que escapa algún rayo de sol. Temperatura agradable y ligera brisa. A paso ligero pero sin cansar en exceso a su corcel. No podía dejar de mirar de un lado para otro. Cómo si de un niño se tratase, todo a su alrededor era descubrimiento. Por un momento preguntóse porqué de tal extraño hecho, pues había recorrido multitud de lares desconocidos en sus muchos viajes y nunca tuvo tal sensación. Pronto se percató que no llevaba el yelmo puesto, pues partió con prisas únicamente con la media armadura que le quedó puesta, su espada y las provisiones. Sin el yelmo en su cabeza, ya no había celada que limitase su visón. Ésta se había vuelto amplia y podía percatarse de todo cuánto le rodeaba. Paróse  varias veces en el camino desmontando de su corcel, para acercarse a árboles y flores que parecieran ser la primera vez que veía. No cabía en su asombro de todo lo que le rodeaba: troncos con caprichosas formas, flores de mil colores distintos, nubes con formas conocidas, animales jugando a esconderse, sombras y luces dibujando mil figuras, plantas de infinitas tonalidades verdosas…
Este hecho le dio que pensar: - ¿Cuántas maravillosas cosas no habré visto mientras el yelmo llevaba puesto? - ¿Cuántas veces no habré saludado a algún conocido con el que me crucé? - ¿Cuántos lugares por los que pasé no voy a recordar nunca por no haberlo visto? - ¿Cuánto tiempo hace que tenía tan limitada visión?... Una pregunta tras otra resonaban en su cabeza. Notó también que podía oír mucho mejor. Sentía perfectamente los cantos de los pájaros que le sobrevolaban. Sentía el rumor de los riachuelos escondidos por el frondoso bosque. Sentía el hablar de los campesinos con los que se cruzaba. Y lo más sorprendente: sentía el latir de su corazón en el pecho. Esto último le hacía sentir raramente feliz. Por una parte, alegróse de sentir con claridad los latidos; por otra parte, recordaba que el cofre ya no lo salvaguardaba, cosa que lo tenía preocupado.

Al segundo día de viaje, hizo parada a comer a la vera de un removido río. Dejó suelto a su corcel en los pastos de la rivera y buscó el cobijo de la sombra de un árbol. Un trozo de pan y un pedazo de queso añejo. Vino de la taberna de acompañamiento. Mientras llenaba su estómago escuchaba con atención el remor del agua acariciando las rocas. Divisó en la orilla opuesta una gran y rara flor. Apresuróse en acabar de saciar su hambre para intentar cogerla. Dos brincos dio sobre unas rocas que sobresalían del agua para alcanzar la otra orilla. Antes de acercarse a la flor que había llamado su atención, quedóse por un momento inmóvil pensado en lo que acababa de hacer. Nunca le fue tan fácil moverse con esa agilidad, y pensó en que no llevaba la parte inferior de su armadura. De nuevo algunas preguntan bombardearon su cabeza: - ¿Cuánto hace que no me movía con tanta agilidad? - ¿Cuánto hace que no me siento tan ligero? - ¿Cuánto hace que llevaba la armadura puesta?...
No queriendo pensar más en todo lo que se había perdido durante tanto tiempo, acercóse a la flor, la miró, y la recogió. Pensó que sería un buen presente para regalar a la doncella mañana al encontrarla. Si la encontraba…

Sin más continuó su camino hasta llegar a la aldea. Unas horas después pudo divisarla a lo lejos. Ya estaba muy cerca. El azul del cielo ya era oscuro y el sol se había escondido ya en el horizonte. Buscó un lugar para pasar la noche, pues a esas horas todos estarían ya recogidos en sus hogares.

Era la segunda noche de camino que pasaba a la intemperie. Algo que le gustaba con desmesura. Encender un fuego y sentir el crujir de las ramas consumiéndose. Fijar la vista en los tonos rojos de las llamas. Estirarse en el duro suelo y sentir la humedad de la tierra. No cansarse de contar estrellas. Imaginar formas fantásticas con ellas. Buscar la Luna mientras se quedaba dormido…
Esta noche le costó conciliar el sueño. Pensó en si encontraría a aquella doncella. Imaginaba el momento en que sus ojos se cruzasen de nuevo. Pensó en las mil formas posibles de acercarse a ella y en las mil palabras que le podría decir para presentarse. Pensó en sus ojos. Y esa fue la última imagen que vió antes de quedarse dormido…

El fresco del alba mezclado con el canto de varios gallos lo despertó. Apresuróse en incorporarse y dirigió su mirada hacia la aldea. Aquél era el final del camino. Allí esperaba encontrarla a ella. Allá obtendría las respuestas que anhelaba. Allí estaban esos ojos que lo hipnotizaron… Y más seguro que nunca de sí mismo, aunque algo nervioso y con el corazón latiendo in crescendo, montó a su corcel y dirigió paso hacia la aldea.

viernes, 15 de junio de 2012

Retalls IV - 09/06/11

Almas rotas. Corazones sangrantes. Cicatrices profundas. Emociones congeladas. Mirada perdida. Pensamientos oscuros. Sentimientos olvidados. Promesas de humo. Realidad atragantada. Palabras vacías. Sonrisas  maquilladas. Miedo intravenoso. Maletas de evasión. Viajes solitarios. Felicidad Virtual. Abrazos de sexo. Amor retribuido. Ideales muertos. Hipotecado social. Pasión envasada. Cristales grises. Colores desteñidos.  Equilibrio en triciclo. Verdades calladas. Latidos huecos. Sueños archivados... Cartas por escribir. Lugares por visitar. Rincones por descubrir. Visitas por hacer. Besos por dar... ¿esa es tu vida? Aún estás a tiempo.

jueves, 14 de junio de 2012

Aventuras y Desventuras de un Caballero Cualquiera II - 14/06/12


…Quitóse el yelmo y lo dejó con sumo cuidado sobre la mesa. Acercóse a la parte más alejada de la puerta y allá tomó asiento en la vieja silla al costado del ventanal. Aún en estado  catatónico intentaba pensar en lo que había sucedido. Logró apaciguar su respiración y poco a poco su corazón volvió a latir a un ritmo normal. Miróse entonces al pecho para comprobar el estado de su preciado cofre. De sus órbitas querían escapar sus ojos al descubrir que estaba hecho añicos. De nuevo el corazón aceleró frenéticamente y de nuevo la respiración se volvió jadeante. Un temor le recorrió cuerpo entero al pensar que su corazón se hallaba al descubierto. Calmóse poco a poco, y no sin esfuerzo, para intentar analizar tal hecho. Batallas con dragones, villanos y demonios había vivido hasta el día de hoy, y nunca su cofre hasta ese momento había sufrido daño alguno salvo el deterioro por el paso del tiempo que había solventado con la argamasa. Y ese día sucedió lo impensable: el cofre protector de su corazón había desaparecido.
Respiró hondo y perdió su mirada en los montes que divisaba desde su ventana. Luna Llena del mes de la Balanza, una silueta desconocida y una mirada abrumadora… repetía una y otra vez para sí mismo.
Pasaron unas horas sin percatarse que la noche caía ya. Dióse cuenta del tiempo transcurrido cuando el fuego de las lejanas antorchas tomaron el protagonismo del paisaje. Levantóse entonces de la silla de un brinco, y cuál fue su asombro que parte de la armadura cayó al suelo. Absorto por la visión de cómo las perneras y botas yacían desmontadas a sus pies, con sus correas de sujeción hechas añicos. De nuevo, atónito por lo que sus ojos veían repartido por el suelo. - ¿Cómo es posible? Se preguntaba. – Pues el mejor cuero de este reino  ha sujetado firmemente esta armadura en tantas batallas… Y ahí estaban todas esas piezas esparcidas a su alrededor.
Asintió que alguna cosa debiera hacer, pues quería respuesta alguna a cuanto había sucedido. Apresuróse a calzarse unas viejas alpargatas de esparto que tenía para andar por casa en sus recogimientos. Con sólo media armadura puesta apresuróse hacia la puerta y sin pensarlo montó a su corcel y dirigióse hacia la taberna.
Una vez allí, y después de dos jarras de vino, preguntó a todo el que aún estaba lo suficientemente sobrio sobre la doncella que había visto aquella mañana.
-          Es una doncella de una lejana aldea que muy de vez en cuando trae flores medicinales para cambiar por harina y aceite.
-          Es señora de sus tierras y nadie conoce amado para ella.
-          Dicen que es bella como las Hadas y que con sus ojos encanta a quien la mira.
-          Nadie conoce su nombre, pero todos saben de sus encantos.
Una vez interrogado a todos los presentes tomó la salida, montó su corcel y apresuróse a volver a su morada. Sin quitarse la armadura que aún le resguardaba el pecho y brazos, estiróse en el montón de paja que le servía para dormir.
Con mirada clavada en el techo, intentó descansar. Pero unas ansias de respuesta a todas las preguntas que tenía le evitaron conciliar el sueño. Decidió pues que al alba tomaría llenaría sus alforjas con algunas provisiones y partiría hacia la lejana aldea al encuentro de aquella doncella.

Poco a poco la luz del sol, que empezaba a despuntar en el horizonte, invadió la habitación. Los machos de corral empezaron a cantar y a despertar al resto de animales. Sin dormir pero con la mente despejada levantóse de un salto y empezó con los preparativos. Una vez las alforjas llenas con lo necesario para viajar tres días y tres noches salió de la casa, ensilló su corcel, y quedó mirando el horizonte en la dirección que iba a tomar. Estaba dispuesto a encontrar a aquella doncella y poder así  mirarla de nuevo a los ojos.

Y partió en su busca. Con media armadura y sin cofre que guarde su corazón.

Aventuras y Desventuras de un Caballero Cualquiera I - 05/07/2010


Olvidóse gentil caballero de colocarse bien la armadura. Partió sin demora a lomos de su corcel en busca de nuevas aventuras. Sin mirar atrás, para no ver la silueta de su cómodo palacete. Encajó de nuevo su corazón en su cofre, y recordó cuál fuere su misión: Apartar su dicha de su vida para apaciguar otras almas...

Y sintiendo el trote de su corcel en sus carnes, cerró los ojos para empaparse de los olores de aquella tierra. Una tierra que no volvería a ver en mucho tiempo. Unos olores que pronto dejaría de sentir. El que más enyoraría ya sabía cuál e ...ra; el olor de su amada en la alcoba. El pañuelo que le regaló servirá para no marchitar el recuerdo. Los recuerdos son imagenes. Los recuerdos son olores. Los recuerdos dejan de serlo al paso del tiempo...

El sol empieza a dibujar alargadas formas en el suelo. Pronto las estrellas invadirán el infito cielo e iluminarán la oscura noche.

....

Varias jornadas de aventuras y desventuras, de alegrías y de penurias sumaba ya nuestro gentil caballero. Nadie pero advirtióle que no debiera quitarse la armadura por ningún motivo y que debiera cuidarla y conservarla con tesón. Seguro estaba de la impenetrabilidad de su flamante armadura, con la que mil y unas batallas había afrontado ya. De casi todas ellas victorioso resultado había obtenido, pero no prestó atención a que el cofre en que guardaba su cicatrizado corazón habíase deteriorado por el paso de los largos días y las largas noches. En su cabeza un sólo pensamiento: ayudar a los demás en su dicha, sacrificando la propia suya sin que ello le importase.
Una noche sin más, sintió un agudo dolor en el pecho. Cercioróse de que exacto lugar provenía tal afligimiento; y dióse cuenta que el cofre que guardaba su corazón estaba repleto de minúsculas grietas.
Intentó con desafortunio taparlas con una armagasa que preparó par tal efecto. El resultado no fué del todo el esperado, pero asintió que podría servir para continuar con sus hazañas.
.....

Las jornadas pasaban y poco a poco olvidóse de su procedencia. No recordaba ya el olor de su hogar. No era capaz de recordar el tacto de la piel de la que un día fué su amada. No recordaba el calor de su lecho ni la suavidad de sus sábanas. Pero no le importaba porque sintióse feliz y lleno con las vivencias que transcurrían de sol a sol. El pasado ya sólo era un recuerdo. Un recuerdo a veces grato y en ocasiones un tanto desagradable. Ahora era dueño de sus días y de sus haceres sin importarle nada más que ver el ocaso de cada atardecer.

O eso creía...

Estableció su particular asentamiento en una plácida y tranquila aldea donde pronto sería bien visto y reconocido por sus humildes habitantes. Era una región plena en desafortunios donde el caballero estaba día tras día mucho más atareado de lo que pudiere imaginar un tiempo atrás. Y así pasaron semanas. Y así pasaron meses. Y así fué pasando tanto tiempo que ya no recordaba cuándo fué el día que llegó.
Una mañana, después de colocarse la armadura y ensillar su córcel para partir de nuevo en la resolución de algún desafortunio, cruzóse consigo una donzella. A través de la celada de su yelmo observó la sinuosa silueta de aquella que nunca antes había visto. O quizá si había visto pero estaba demasiado ocupado en sus quehaceres como para prestar la suficiente atención. Levantóse la celada para poder contemplar con mayor claridad el rostro de la donzella. La donzella se percató que el solitario caballero le había prestado atención y en darse cuenta que dejó entrever su rostro siempre oculto por el casco miróle fijamente a los ojos.
El caballero quedó atónito por aquellos ojos. Sintió explotar en su pecho el cofre que guardaba su corazón dejándolo al descubierto. Volvióse jadeante su respiración. Notó atravesar su armadura por una fuerza sobrenatural. Aturdido por lo que vió en aquellos ojos desmontó de su caballo y sin volver la vista atrás, regresó a su cabaña...

martes, 12 de junio de 2012

Retalls V - 19/11/11


Un cop entens la relativitat i l'efimeritat d'aquest món, comences a pendre consciencia sobre l'importancia i la no importancia de tot alló que és mesurable i de tot alló que no ho és, o almenys des d'un punt de vista empíric. T'adones que el temps és un dels més grans tresors del que disposes. T'adones que aquest temps és absolutament relatiu i que només en funció de l'acció amb que omples un espai temporal limitat determina la seva durada, o si més no, la percepció que tens sobre la durada, que en definitiva és el registre que es guardará a la teva memória.
La nostra existéncia transcorre en dos plànols ben diferenciats: un planol tangible i un altre intangible. El món tangible o dels sentits és limitat, perenne, relatiu i frágil. És el món que coneixem través del sentits. La percepció que tenim d'aquest món (encara que és un món absolut perque la materia és com és) és relativa i subjectiva. M'explico: 30°C de temperatura és un valor estandaritzat per una determinada quantitat de calor ambiental. L'interpretació o la sensació que reben dos subjectes és completament diferent en funció de la seva forma d'interpretar-la o de les circumstancies que l'envoltin en un moment determinat.