miércoles, 7 de agosto de 2013

Vic, estación de tren. 17/12/12.


Me fascinan las estaciones de tren. Albergan tantas y tantas historias desconocidas y anónimas. Una ida y vuelta constante en los andenes. Unas almas que entran y salen de los trenes. Miradas que se pierden en los vagones. El chirriar de las ruedas sobre los raíles. Viajes que empiezan y otros que llegan a su fin. Un paisaje de hierro siempre óxido. Unos colores desteñidos por el tiempo, y la dejadez. Algún vagón adornado con grafittis llenos de vida (como los que tiempo atrás yo hacía). Una voz en megafonía que rompe el silencio que no existe. Focos que iluminan una gran sala de espera. Luminosos publicitarios que engañan piadosamente. Maletas que contienen vidas enteras. Esperas a cámara lenta en la estación. Algún rostro se ilumina con llegada de alguien. Otro vierte lágrimas sobre el andén por una partida no deseada (supongo). Ya casi no quedan ventanillas donde comprar billetes; ahora son esas máquinas inanimadas las que se ocupan de eso.

[Puedo pasar horas y horas aquí sentado observando lo que acontece a mi alrededor]

Esta estación es relativamente pequeña. La encrucijada de vías no llega a cubrir lo que la vista abarca. Pero tiene su encanto, como todas.

Aún recuerdo cuando jugaba en la vieja locomotora. Ahora está llena de pintadas de poco gusto. Yo hacía volar aquel tren sobre las vías.

¿Recuerdas aquél día que subimos al primer tren que partía a cualquier lugar? Yo aún si.

Mi tren está a punto de salir. Hora de guardar la libreta, buscar asiento en ventanilla, relajarse con el traqueteo del vagón y deleitarme con el paisaje borroso que pasará frente a mí.

© 2012 TOni CerVera


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