Los que me conocen saben que son lugares que aborrezco. Me revuelven y
estremecen. Es una alergia, de las que no sientan bien. Demasiado vivido en sus
interiores, como casi todos. Odio esos lugares, y mucho. Y soy consciente de su
necesidad, pero es algo muy superior a mí. Y esto es lo que me viene cuando
estoy en uno de ellos:
Calidez esterilizada. Ambiente cargado. Olor nauseabundo. Suelos de
granito. Colores sin brillo. Batas de gala para bailar en las habitaciones.
Miradas abstraídas. Mostradores que son murallas. Altavoces que marcan el
compás de una música para esperar. Pasillos interminables. Puertas numeradas
para organizar al rebaño. Techos de placas cuadradas formando infinito tablero
de ajedrez sin negro. Sus peones deambulando bajo él. Aquí no hay alfiles, ni
caballos, ni torres, ni reyes, ni reinas… sólo peones. Peones de un juego para
evadir a la muerte. Salas de espera llenas de esperanzas y desesperación.
Ilusiones enfrascadas al vacío en botes de muestra. Colas interminables donde
“la vez” la da una máquina. Pinchazos que no duelen. Sangre que no es roja.
Agujas invisibles. Tiempo que no pasa…
Recuerdos, no pocos. Vivencias no gratas. Sueños perdidos. Noches eternas.
Vidas rotas. Lecciones de vida aprendidas.
No me gustan estos lugares, mas es inevitable estar aquí.
© 2013 TOni CerVera
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