jueves, 14 de junio de 2012

Aventuras y Desventuras de un Caballero Cualquiera I - 05/07/2010


Olvidóse gentil caballero de colocarse bien la armadura. Partió sin demora a lomos de su corcel en busca de nuevas aventuras. Sin mirar atrás, para no ver la silueta de su cómodo palacete. Encajó de nuevo su corazón en su cofre, y recordó cuál fuere su misión: Apartar su dicha de su vida para apaciguar otras almas...

Y sintiendo el trote de su corcel en sus carnes, cerró los ojos para empaparse de los olores de aquella tierra. Una tierra que no volvería a ver en mucho tiempo. Unos olores que pronto dejaría de sentir. El que más enyoraría ya sabía cuál e ...ra; el olor de su amada en la alcoba. El pañuelo que le regaló servirá para no marchitar el recuerdo. Los recuerdos son imagenes. Los recuerdos son olores. Los recuerdos dejan de serlo al paso del tiempo...

El sol empieza a dibujar alargadas formas en el suelo. Pronto las estrellas invadirán el infito cielo e iluminarán la oscura noche.

....

Varias jornadas de aventuras y desventuras, de alegrías y de penurias sumaba ya nuestro gentil caballero. Nadie pero advirtióle que no debiera quitarse la armadura por ningún motivo y que debiera cuidarla y conservarla con tesón. Seguro estaba de la impenetrabilidad de su flamante armadura, con la que mil y unas batallas había afrontado ya. De casi todas ellas victorioso resultado había obtenido, pero no prestó atención a que el cofre en que guardaba su cicatrizado corazón habíase deteriorado por el paso de los largos días y las largas noches. En su cabeza un sólo pensamiento: ayudar a los demás en su dicha, sacrificando la propia suya sin que ello le importase.
Una noche sin más, sintió un agudo dolor en el pecho. Cercioróse de que exacto lugar provenía tal afligimiento; y dióse cuenta que el cofre que guardaba su corazón estaba repleto de minúsculas grietas.
Intentó con desafortunio taparlas con una armagasa que preparó par tal efecto. El resultado no fué del todo el esperado, pero asintió que podría servir para continuar con sus hazañas.
.....

Las jornadas pasaban y poco a poco olvidóse de su procedencia. No recordaba ya el olor de su hogar. No era capaz de recordar el tacto de la piel de la que un día fué su amada. No recordaba el calor de su lecho ni la suavidad de sus sábanas. Pero no le importaba porque sintióse feliz y lleno con las vivencias que transcurrían de sol a sol. El pasado ya sólo era un recuerdo. Un recuerdo a veces grato y en ocasiones un tanto desagradable. Ahora era dueño de sus días y de sus haceres sin importarle nada más que ver el ocaso de cada atardecer.

O eso creía...

Estableció su particular asentamiento en una plácida y tranquila aldea donde pronto sería bien visto y reconocido por sus humildes habitantes. Era una región plena en desafortunios donde el caballero estaba día tras día mucho más atareado de lo que pudiere imaginar un tiempo atrás. Y así pasaron semanas. Y así pasaron meses. Y así fué pasando tanto tiempo que ya no recordaba cuándo fué el día que llegó.
Una mañana, después de colocarse la armadura y ensillar su córcel para partir de nuevo en la resolución de algún desafortunio, cruzóse consigo una donzella. A través de la celada de su yelmo observó la sinuosa silueta de aquella que nunca antes había visto. O quizá si había visto pero estaba demasiado ocupado en sus quehaceres como para prestar la suficiente atención. Levantóse la celada para poder contemplar con mayor claridad el rostro de la donzella. La donzella se percató que el solitario caballero le había prestado atención y en darse cuenta que dejó entrever su rostro siempre oculto por el casco miróle fijamente a los ojos.
El caballero quedó atónito por aquellos ojos. Sintió explotar en su pecho el cofre que guardaba su corazón dejándolo al descubierto. Volvióse jadeante su respiración. Notó atravesar su armadura por una fuerza sobrenatural. Aturdido por lo que vió en aquellos ojos desmontó de su caballo y sin volver la vista atrás, regresó a su cabaña...

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