jueves, 21 de abril de 2016

Invictus. Victus. Gratias ago. 20/04/2016.


“Hay guerras que no puedes ganar. Por mucho que te empeñes es así. Pero es nuestro comportamiento en cada una de las batallas lo que nos hace ser lo que somos. Lo que somos en realidad, no lo que creemos ser. Que le pregunten a Leónidas en las Termópilas. Actitud señores, actitud. En un entorno tan hostil como el actual plagado de ‘Goliats’, inmerecidos hijos de estatus y carteras llenas heredadas sin esfuerzo alguno y, casi todos ellos, sin un ápice de piedad, todos somos ‘David’ en una constante lucha por sobrevivir. ¿Es fuerza? Lo dudo mucho. Muchas veces tan siquiera sabes de donde salen esas ganas para seguir adelante. Pero a pesar de todo, ahí están. Más bien es cuestión de valores y principios. Esos que algunos (aún) tenemos y que nos han inculcado, hemos aprendido y hemos hecho nuestros. Observo a mí alrededor y reconozco a héroes y heroínas. De los auténticos, y no a personajes de cómics y ficción, sino de los de carne y hueso que han salido a alzarse y a afrontar cada una de esas batallas que la vida les brinda gratuitamente. Y esos y esas que tanto han perdido y siguen ahí dándolo todo aún sin quedarles nada.

Debemos fijarnos más, quejarnos menos y tomar ejemplo.

¿Qué narices hago yo? ¿Qué narices he hecho yo? Pues simplemente ser fiel a mí mismo. Sí, eso es; y a quien no le guste, dos piedras. Sudor y lágrimas. Muchísimas lágrimas y mucho sudor frío. Ese será mi pobre legado a los que vienen detrás: no rendirse, no empequeñecerse, tener valores, luchar por los sueños, seguir adelante y saborear la vida.

Gracias. 

A ti, mi pequeña hermana. Por enseñarme tanto. Por darme ejemplo. Por hacer del mundo un lugar mejor. Por animarme. Por apoyarme. Por contagiarme de tu sonrisa a pesar de lo que te ha tocado vivir. Por estar cuando nadie más ha estado. Por ser mi confidente. Gracias.

A ti mi pequeña princesa. Por ser esa luz en la oscuridad. Por ser la inocencia incorrupta en un mundo podrido. Por enseñarme lo que es el amor incondicional. Por aguantarme. Por alegrarme cada día. Por abrazarme de esa manera. Por mirarme con esos ojos. Gracias.

A ti mi hermano, y a ti mi hermana. Por empujarme cuando hacía falta. Por echar ese cable cuando todo estaba roto. Por distraerme de la realidad. Por no juzgar y no preguntar. Por las risas. Por acompañarme. Por estar ahí. Gracias.

A vosotros mis padres. Que aunque no lo sepáis, mucho habéis hecho para inculcarme (inculcarnos) todos esos valores. Gracias.

A los que están y a los que han estado. A los que estuvieron y ya no están. A los que estarán. Gracias.

A mí. Porque a pesar de todo, siempre valió la pena llegar hasta aquí.”


Todo esto lo escribí un 8 de septiembre de 2015. Hace relativamente poco, pero al mismo tiempo parece que hace una eternidad. La relatividad del tiempo, que dicen. Hoy lo he buscado y rescatado de una de las libretas. He vuelto a ese lugar llamado CMAC, pistoletazo de salida de nuevos (aunque viejos) procesos judiciales. He recordado sensaciones, nervios, intranquilidad y malestar. Pero sólo he recordado esas sensaciones. Esta vez estoy muy tranquilo, muchísimo. Es mucho lo que he aprendido como para alterar mi paz por esas memeces. Una historia terminada con flecos interminables.

Valió la pena, por supuesto que valió la pena. Siempre vale la pena.


© TOni CerVera, 2016

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